domingo, 7 de junio de 2015
Autores: Vladimir y María Mercedes de Gessen.
El Divorcio
Para nosotros, los psicólogos, la separación y el divorcio son alternativas por las cuales puede pasar la pareja en un momento dado de su vida. Lamentablemente, existen circunstancias que, en ocasiones, escapan al control emocional y racional de los cónyuges y la separación y/o el divorcio, se convierten en herramientas que pueden evitar un mal mayor.
Fomentamos la familia y procuramos resolver los problemas de pareja que puedan conducir a una separación, sin embargo, existen sin duda circunstancias que obligan al terapeuta familiar a considerar, en ocasiones, estas posibilidades.
Las dimensiones del problema a nivel psicológico
En los Estados Unidos, uno de cada dos matrimonios se divorcian. En Inglaterra y Francia, uno de cada tres. Ejemplos que son significativos de cómo el divorcio avanza en los países desarrollados. Más del 40% de los niños de estos países, vivirán con sus padres durante su primera etapa de la niñez y -luego de un divorcio- con uno de sus padres y su nueva pareja, en la segunda etapa de su vida.
La intensidad de las emociones, el dolor, las ofensas, el rencor y otros sentimientos provocan un daño profundo en la pareja difícil de recuperar. Por otro lado, la victimización de los hijos atrapados en la "batalla conyugal", produce deterioros psicológicos irreparables en la psiquis de los menores.
En el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Michigan se encontró que los hijos de divorciados eran tratados en una proporción de dos a uno con la población general. Estos niños sufrían, en la mayoría de los casos, síntomas asociados a la falta de control en la agresión. En los más pequeños, la agresividad era contra los padres separados y los hermanos. En los mayores, ya adolescentes, el problema tomaba forma de actos antisociales y de delincuencia, así como alcoholismo y adicción a las drogas.
En los casos de las hijas de divorciadas adolescentes se encontró frecuencia de promiscuidad sexual, en mayor proporción que las hijas de matrimonios no divorciados.
Otros autores han enfatizado la importancia de la depresión en el cuadro clínico de los niños de padres divorciados. En una investigación, también en los Estados Unidos, entre niños tratados como pacientes psiquiátricos ambulatorios de depresión media y severa, un alto porcentaje de la muestra era de niños de padres divorciados.
En un estudio de seguimiento de una muestra nacional de 5.362 niños nacidos en la misma semana de 1946 en Inglaterra, se encontró que el 36.5% de los hombres cuyas familias se habían visto afectadas por un divorcio o separación antes de los cinco años, sufrían algún tipo de psicopatología o falta de ajuste social y fueron hospitalizados antes de los 26 años por enfermedades psiquiátricas de tipo afectivo o por úlceras gástricas, colitis o se hicieron delincuentes hacia los 21 años, comparados con el 17.9% de los hombres provenientes de familias no divorciadas. En este mismo estudio de Wadsworth, Pekham y Taylor (1985), también se encontró que el 26.3% de las mujeres cuyas familias se rompieron antes de los 5 años, fueron hospitalizadas por enfermedades psiquiátricas o por úlceras gástricas, colitis o se hicieron delincuentes hacia los 21 años o se separaron o divorciaron antes de los 26 o tuvieron hijos ilegítimos, comparadas con el 9.6% de las familias que no sufrieron divorcio.
El 29% de los hombres cuyas familias se rompieron antes de que cumplieran 16 años, sufrieron antes de los 26 años, problemas psicopatológicos o de inadaptación social o se divorciaron o separaron antes de los 26 años, comparados con el 18% de los hombres de familias intactas.
El 21% de las mujeres cuyos padres se divorciaron antes de los 16 años, hacia los 26 sufrieron lo mismo que los hombres o tuvieron hijos ilegítimos, comparadas con el 10.1% de las mujeres de familias no divorciadas.
También en este interesante estudio longitudinal se demuestra que los hombres de familia de clase social trabajadora, hijos de padres divorciados, a la edad de 26 años, ganaban de forma significativa menos ingresos si se los comparaba con los hombres de familia no divorciados.
Igualmente encontraron que los hijos de ambos sexos, de padres separados, tenían una vida académica significativamente menor que sus pares de familias no divorciadas.
Es de hacer notar que los hijos de padres fallecidos tenían poca repercusión en la diferencia en los logros académicos de hijos de padres no divorciados, lo que demuestra que el divorcio impacta aún más psicológicamente que la muerte que los seres queridos.
Los hallazgos indican que la separación y divorcio de los padres, tienen un considerable perjuicio sobre la vida de los hijos que se expresa en patologías psicológicas, inadaptación social, menores logros educativos en ambos sexos y menores logros económicos en hombres.
Ahora bien, lo que tendríamos que preguntarnos es si el daño lo provoca la ausencia de uno de los padres o el propio trauma del divorcio. Si observamos que el daño en los hijos de padres fallecidos no es igual al de los hijos de padres divorciados, podríamos concluir que más que la falta de uno de los padres es posiblemente los elementos que componen la crisis del divorcio lo que traumaría irreversiblemente a los hijos.
La mayoría de los divorcios están precedidos por meses o años de disputas, ofensas, desamor, peleas, desilusiones y frustraciones.
En un primer lugar, las parejas comienzan con provocaciones mutuas, con trato y vocabulario hostil y episodios de gritos y de abuso físico verbal.
Allí los niños quedan amedrentados por las escenas, sin saber qué hacer y se sienten desorientados, impotentes y tristes por la falta de control de sus padres. Además los padres tienden a pedirles solidaridad a los hijos -cada uno por su lado- generándoles graves conflictos de decisión.
Posteriormente, si la pareja no logra manejar los conflictos y comienzan un proceso de divorcio, inician un período de enfrentamiento por distintas razones, sean por rencor, rabia o por la división del patrimonio conyugal. En esta fase se intensifica la hostilidad, el deseo de daño de uno al otro. Surge el odio, la amargura y a veces hasta el deseo de venganza.
En esta etapa, la mayoría de las parejas piensa que quitándole los hijos el uno al otro ganan la pelea, sin darse cuenta que le están haciendo un gran mal a la psiquis de los muchachos.
De manera que, cuando la pareja se plantea un divorcio y no hay más remedio, hay que tomar en cuenta todo lo expresado y procurar el mayor esfuerzo en que no se generen tantos problemas. Aunque parezca difícil, el divorcio o la separación debe ser acordada hasta donde se pueda y negociada. El terapeuta familiar en este momento puede jugar un gran papel, al ser el referee psicológico para juzgar lo que el juez legal no puede resolver.
La separación
El Estado defiende la institución familiar y por ello no es fácil divorciarse, tanto como sí lo es casarse. Por esta razón se instituyó el status de separación, como fase intermedia entre el matrimonio y el divorcio. El legislador buscaba que esta etapa funcione como un período de reflexión y de reconciliación entre los miembros de la pareja afectada.
La experiencia nos demuestra que una separación acordada con asistencia psicológica, en buena proporción, permite el reencuentro de la familia y en el peor de los casos, si se llega al divorcio, los hijos sean menos afectados.
La separación, por ello, es importante porque es un período de adaptación a la nueva vida, porque se avanza a una relación de pareja mejor -aunque sea la misma pareja- y permite, sobretodo, que los hijos se adapten a la nueva realidad.
Las causas
En anteriores semanas hemos analizado los problemas que pueden deteriorar el amor de una pareja. Recordemos algunos de ellos: El advenimiento del primer embarazo, cuando es producto de una gestación no deseada, la insatisfacción sexual, la falta de comunicación o la comunicación negativa, el tránsito del amor pasional al amor maduro, la distribución de las tareas del hogar, la intervención de la familia de ambos cónyuges en su vida, la infidelidad y los celos, el problema de los "amigos de él" y los "almuerzos de ella" y los problemas económicos.
De acuerdo a la Ley, son causales de divorcio el adulterio, el abandono voluntario, los excesos, injurias graves que hagan imposible la vida en común, el conato de uno de los cónyuges para corromper o prostituir al otro o a sus hijos, así como la connivencia en su corrupción o prostitución, la condenación a presidio, la adicción alcohólica u otras formas graves de farmacodependencia, la interdicción por causa de perturbaciones psiquiátricas graves. Igualmente la Ley prevé que se podrá declarar el divorcio luego de declarada la separación de cuerpos y haya transcurrido un año, o cuando los cónyuges hayan permanecido separados, de hecho, por más de cinco años.
Desde un punto de vista humano, en Venezuela podemos señalar como causales de divorcio distintas razones de índole personal, social, moral, religiosa, económica o estrictamente psicológicas. La experiencia demuestra que una de las primeras causales de divorcio que se plantea en la práctica de la Psicología Clínica, es que la pareja no se conocía bien antes de casarse. En muchas oportunidades el novio y la novia, durante la etapa prematrimonial, tratan de hacerle ver a la otra parte que ellos son como se supone que quiere la pareja que sea; y no se muestran como en realidad son. En los noviazgos cortos, las parejas no tienen tiempo real de conocerse y cuando se casan pueden encontrarse que lo han hecho con una pareja que dista mucho de ser el ideal que tenían como lo que debería ser su cónyuge. Esta causa, que es fundamental desde nuestro punto de vista, conlleva al segundo motivo de consulta, como lo es la presencia del "otro" o la "otra".
La mayoría de los problemas en la pareja recién casada, se fundamentan en la falta de conocimiento de ellos mismos.
En menor grado aparecen otra razones, tales como problemas de cambio de personalidad, trastornos psíquicos, problemas de alcoholismo, de drogas, desavenencias en la educación y otros.
¿Y con los hijos qué?
El principal problema que tienen los hijos cuando surge la separación o el divorcio, es que los padres incurren en una serie de conductas erróneas para con ellos. Los padres no deben utilizarlos como "espías" para que les informen qué está haciendo el otro cónyuge, o como "corre ve y dile" o "mensajeros" para comunicarse entre ellos. Los padres no deben presentar reacciones agresivas contra sus hijos para vengarse de la pareja. No deben amenazar a la pareja en el sentido de que si se divorcian le harían un daño tremendo a los hijos para tratar de evitar la separación. Luego, al producirse el divorcio, los padres no deben quedar resentidos con sus hijos. Luego del divorcio, no deben existir conductas inapropiadas contra los hijos, tales como el abandono afectivo por parte del padre que no tiene la custodia o sobreprotección por parte de quien la tiene. No se le debe presentar al hijo una nueva pareja antes que él esté en capacidad de asimilar ese impacto. Todos estos comportamientos provocan conductas profundamente obstaculizadas en la evolución psicológica de los niños. Investigaciones revelan que los hijos de padres divorciados presentan menor autoestima que los de matrimonios constituidos. El divorcio es el más grande stress que un niño pueda soportar como hemos visto. Los niños perciben la muerte de un padre de manera más natural que un divorcio. Los hijos de divorciados necesitan más tratamiento psicológico que los de los no divorciados. Las consecuencias de una conducta inadecuada de los padres cuando se divorcian puede ocasionar ansiedad, miedo, inseguridad, sentimientos ambivalentes y diferentes trastornos de conducta.
De manera que si una pareja se encuentra en proceso de divorcio, debe tener en cuenta:
1º El problema es con su pareja, nunca con sus hijos.
2º La única forma en que sus hijos no sufran durante la separación o divorcio es que los padres estén plenamente conscientes de que deben explicarles claramente la situación a ellos y decirles que, independientemente de la decisión que tomen, ambos cónyuges seguirán queriéndolos y ayudándolos.
3º Si no hay más remedio que el divorcio, siempre será preferible una separación amistosa que una conflictiva, por el bienestar y seguridad de los hijos y de la propia pareja.
4º Hay que hacer un gran esfuerzo para superar el rencor y la rabia, pero es indispensable por el bien de todos
Manejo de la Situación de Divorcio.
La característica básica
del Divorcio es la existencia del rompimiento, es decir se declara la
separación que implica una perdida,
donde cada integrante de la familia debe aceptar la trasformación del núcleo
familiar.
Durante la situación
de separación se experimenta un período
de duelo, tristeza, melancolía además de la adaptación hacia la nueva realidad
sin embargo si algunos de los integrantes de la pareja tiene, otra relación afectiva no experimenta el período
de duelo.
Es importante para
que la situación de Divorcio sea operativa se maneje desde la transformación
considerando:
1. Proteger la
integridad de la persona, fortaleciendo la autoestima.
2. Proteger la
Integridad Familiar. Estableciendo las responsabilidades de la nueva situación Materna-filial
o Paterno filial.
3. Proteger la
integridad Económica; con el fin de hacer una repartición justa de los bienes inmuebles
Qué es la Andropausia
Es el proceso por
el cual un hombre experimenta un descenso de las hormonas masculinas,
es decir de la testosterona, cuando alcanza cierta edad. Según investigaciones
médicas, la pérdida se puede producir desde los 30 años y los 50.
El inicio de la
andropausia no viene marcado por ningún evento particular, algo que sí ocurre
con la menopausia, que se identifica claramente con la pérdida de la
menstruación por parte de las mujer que la padece, y con ello el fin de su edad
fértil. Esto supone que
resulte más difícil de diagnosticar la andropausia en un hombre que la
menopausia en una mujer. Además, en el primero de los casos no ocurre como en
el de las mujeres: todas, llegada una edad, pasan por ese proceso.
Los hombres
no, sólo lo hacen aquellos cuyo nivel de testosterona ha experimentado un descenso considerable.
Aproximadamente serían menos de un tercio los hombres que tienen andropausia.
Dificultad para el
diagnóstico
El porcentaje de
hombres que pasa por la andropausia se encuentra en torno al 10% para los que
han pasado los 50, y del 25% para los mayores de 60 años. Sin embargo, las
cifras no resultan demasiado exactas por la dificultad a la hora de
diagnosticar esta condición. No resulta fácil por diversos factores. Para
empezar, no tiene una sintomatología clara e inequívoca que nos lleve
directamente a pensar que es menopausia masculina.
El concepto como
tal se ha empezado a generalizar en los últimos años, a pesar de que
en el ámbito médico se venía investigando desde hace ya varias décadas. Los
síntomas que presenta la menopausia masculina tendían a confundirse con otros
propios de otro tipo de dolencias.
Así, debido a que
los hombres que la padecen rondan los 40 ó 50 años, se tendía a confundir con
un síndrome depresivo por cumplir años y el temor a la vejez. En el caso de
aquellos que se encontraban jubilados o próximos a la fecha de retirarse, se
justificaba la desgana y la falta de fuerzas con una depresión por dejar de
formar parte de la vida activa.
Por si estas
dificultades no fueran suficientes para hacer más complicado dar con un
diagnóstico, hay otro factor que empeoraba comprobar la existencia de la
andropausia: la vergüenza de un hombre a reconocer que podría estar pasando por
una menopausia masculina.
Resultaba de lo más
difícil, en especial en los primeros años, conseguir que se acercaran al médico
y que éste pudiera corroborar que los síntomas que presentaban eran debidos a
un descenso de la testosterona. Estaba visto como algo malo,
estigmatizado, reconocer que se había perdido la masculinidad. Y no sólo podían
llegar a negarlo ante el médico, sino también ante sí mismos.
Tratamiento y
efectos secundarios
Esconder la
andropausia resultaba perjudicial para el hombre que la padecía, pues el
tratamiento para mejorar los síntomas que la acompañan pasa por reponer la
testosterona que se ha ido perdiendo. No es un proceso fácil y ha de ser
controlado por personal médico, pues puede tener efectos secundarios.
Mediante el consumo
de medicamentos, vía oral, inyecciones intramusculares o aplicaciones de
gel en específicas partes del cuerpo (abdomen y hombros), se
proporciona al cuerpo parte de la testosterona que ha perdido. No todas las
personas pueden recibir este tratamiento, que puede ser perjudicial para la
próstata. De este modo, es contraproducente para aquellos que hayan tenido
alguna enfermedad relacionada con éste órgano, que tiende a presentar
dificultades en hombres de edad avanzada.
Los síntomas de la
andropausia
Los síntomas de la
andropausia son muy similares a los de la menopausia femenina, de ahí
que algunos hombres recelen de acudir al médico cuando se dan cuenta de las
semejanzas. Así, entre los más habituales están la depresión, la irritabilidad,
la dificultad para conciliar el sueño o las repentinas ganas de llorar sin
motivo aparente.
Desde el punto de
vista físico, se les unen otros síntomas como pérdida de masa muscular y de
vello genital, disminución de la libido e impotencia, así como manos y pies
fríos y sudoración y hormigueo en las extremidades.
Consejos para
afrontar esta etapa
Además del tratamiento
de testosterona que vimos anteriormente, hay una serie de consejos que pueden
ayudar a un hombre a afrontar la andropausia. Lo primero es reconocer que se
encuentra en ese momento de la vida y no avergonzarse de ello. Lo segundo es
tratar de paliar en la medida de lo posible las sensaciones que provoca, más
fácil de controlar que los síntomas físicos.
Así, al igual que
ocurre con la menopausia en el caso de las mujeres, no se ha de permitir que
ésta condición sea la que determine la vida de quienes la padecen y mucho menos
la condicione. Se ha de tratar de seguir desarrollando su vida con la máxima
normalidad posible y apostar por un estilo de vida saludable, en el que el ejercicio sirva
para mantenerse en forma y liberar el estrés, y se refuerce con una comida
sana.
El terreno sexual
es importante también. Y en éste tampoco ha de darse por vencido un hombre que
padezca andropausia. Ha de buscar el apoyo de su pareja, porque será importante
en esta etapa, y tratar de mantener la actividad sexual, a pesar de las
dificultades que pueda encontrar o la pérdida de libido.
Siguiendo estos
consejos y con un tratamiento hormonal adecuado se puede llegar a superar la
menopausia masculina y recuperar, dentro de lo que cabe, la normalidad para
disfrutar a pleno rendimiento de la vejez.
Referencia: http://noticiaaldia.com/
La menopausia
Es la
época de la vida de una mujer en la cual deja de tener menstruaciones. Suele
ocurrir naturalmente, con mayor frecuencia después de los 45 años. La
menopausia se produce porque los ovarios de la mujer dejan de producir hormonas
estrógeno y progesterona.
Una mujer llega a la
menopausia cuando no tiene un período menstrual durante un año.
Los cambios y
los síntomas pueden empezar varios años antes. Incluyen:
Un cambio en las
menstruaciones: más o menos duraderas, más o menos profusas, con más o menos
tiempo entre los períodos
Calores y/o
sudoración nocturna
Dificultad para
dormir
Sequedad vaginal
Cambios de humor
Dificultad para
concentrarse
Menos cabello y más
vello facial
Cada mujer vivencia
esta etapa de una manera diferente. A nivel social encontramos creencias
irracionales y tabús entorno a la menopausia, generando efectos emocionales
negativos a causa del cambio hormonal, provocando un miedo anticipatorio a
padecer ciertos trastornos corporales como sofocaciones, irritabilidad,
ausencia de deseo sexual… generando una imagen de mujer deteriorada y débil.
Por lo tanto, el papel de la psicoeducación es fundamental, es necesario
propiciar un cambio de actitudes y aptitudes frente a la menopausia, para
afrontar ésta como una etapa más de la vida.
Realizar intervenciones
psicológicas en esta etapa, nos pueden ayudan a:
Aprender a aceptar
que se trata de una etapa más del ciclo vital de la mujer
Conocer síntomas
derivados del climaterio, físicos y psicológicos
Aliviar la
sintomatología
Fomentar una mejora
en la calidad de vida de la mujer
Identificar y
controlar las preocupaciones excesivas y creencias irracionales
Reestructurar ideas
irracionales y erróneas sobre la visión de la menopausia a nivel físico,
emocional y sexual
Promover
conocimientos y hábitos saludables y de autoayuda con el fin de mejorar la
calidad de vida bio-psico-social
Cambiar la actitud
frente a la menopausia
Proporcionar
técnicas que faciliten la gestión de emociones (ansiedad, depresión, etc.)
Prevenir
posibles problemas de pareja
Referencia: http://www.nlm.nih.gov/medlineplus/spanish/menopause.html
http://www.santiagodexeus.com/es
10 reglas de Oro
para alcanzar una mayor madurez
La persona madura
debe ser capaz de establecerse metas que quiere cumplir y llevar a cabo todo lo
que tienen que hacer para que estas metas se cumplan a un corto o largo plazo.
He aquí algunos
consejos para alcanzar una mayor madurez y sentirnos mejor con nosotros mismos.
1. Debemos
controlar nuestras emociones y pensar bien antes de tomar acción.
2. Confiar en nosotros mismos y en la capacidad que tenemos para actuar de una
manera acertada.
3. Tener paciencia
para con los demás y pensar que no todos deben estar de acuerdo con nuestro
punto de vista.
4. Debemos
conectarnos de una manera positiva con las personas que nos rodean, ya sean familiares,
amigos o simplemente personas que trabajan con nosotros.
5. Debemos tratar
de ayudar a quien podamos y apoyar a aquellas personas vulnerables que encontramos
en nuestro diario vivir.
6. Saber llevar un
balance en nuestras emociones, de manera que podamos reducir el nivel de estrés
a lo máximo y pensar con serenidad.
7. Debemos perseverar
en nuestras metas a largo y a corto plazo y enfocarnos en nuestros ideales sin
abandonar lo que estamos persiguiendo.
8. Debemos tener la
capacidad de hacer decisiones que nos convienen y que nos van a ayudar a
prosperar.
9. Debemos ser
humildes para aceptar nuestros errores.
10. No debemos
criticar ni juzgar a los demás por lo que hacen ni formarnos un juicio a la
ligera sobre alguna persona o situación.
La madurez y
nuestras experiencias diarias
Debemos tomar en
cuenta que la madurez se forma conforme a nuestras experiencias en la vida.
Nadie nace maduro.
Nuestras experiencias en nuestra infancia y la manera como nuestros padres nos
criaron son los que forman nuestro carácter y desarrollo emocional.
Los padres aman a
sus hijos pero algunas veces fallan en darles una buena educación. Muchos padres temen
lastimar a sus hijos y se convierten en padres permisivos y eso no les permite
a sus hijos a madurar apropiadamente. Un hijo o hija al
cual se le permite luchar por sus ideales y aceptar sus fracasos, penas y
decepciones desarrollará una gran madurez.
Mientras que el
hijo que es mimado, no aprende a vivir independiente y experimentará un gran
estrés cuando crezca pues sus padres se encargaron de solucionarle todos sus
problemas cuando estaba en sus etapas de desarrollo.
Terapias que ayudan
a madurar
Las psicoterapias
son de gran ayuda para resolver problemas de madurez, con el pasado y con los
conflictos irresueltos que nos guían a una inmadurez cuando somos adultos.
En este tipo de
terapias los pacientes trabajan con problemas que tuvieron con sus padres
cuando eran niños.
El terapeuta los guía
a resolver estos problemas sin recriminar a sus padres. Estas terapias los
ayudan a entender la manera en que fueron criados y a buscar soluciones como
personas adultas que son para tratar de reparar los errores que se cometieron
con ellos durante su infancia.
Sin embargo todas
las experiencias que tenemos en nuestras vidas cuando somos seres adultos o
cuando somos adolescentes o niños nos ayudan a desarrollar nuestra madurez.
Las actividades
sociales, comunitarias, eventos deportivos o teatrales en los que participemos
nos ayuda a ganar confianza en nosotros mismos y a desarrollar nuevas
habilidades y sobre todo a probarnos a nosotros mismos que la madurez no se
adquiere al nacer, ni se aprende, es algo que se desarrolla en el diario
convivir con las personas que nos rodean.
Referencia: About Sonia B.F. Arias CRJU/PSYCH-CSUB
Licenciada en Criminologia y Psicologia
Especialista en Violencia Domestica - Los Angeles County
Especialista en Violencia Domestica - Los Angeles County
La madurez emocional es un estado de sabiduría, estabilidad y
desapego. El arte y la habilidad de la observación desapegada nos permiten
aprender importantes lecciones acerca de nosotros mismos y acerca de las relaciones
interpersonales, lecciones que son esenciales para progresar en la vida, social
y profesionalmente, así como psicológica y emocionalmente.
La madurez emocional reside en la habilidad de interactuar con
base al amor espiritual. Somos fuertes pero no ásperos, resistentes pero no
insensibles.
La madurez emocional es el estado interno cultivado y
desarrollado en el que la energía del alma circula libremente, no hay bloqueos
emocionales ni pérdidas de energía.
Madurez emocional significa comprender nuestras tendencias
profundas, conocer nuestras fortalezas y debilidades y tratar con ellas. De
esta forma nuestras debilidades no se convierten en un impedimento o fuente de
sufrimiento o pesar, y nuestras fortalezas no se convierten en una fuente de
arrogancia. La madurez emocional se adquiere a lo largo del tiempo a través de
la interacción con las personas y a través de la participación con grupos de
personas en diversos proyectos. Excepto en casos inusuales, no es posible
volverse emocionalmente maduro desde el aislamiento. Una combinación de
meditación, estudio, desarrollo de habilidades y servicio para el beneficio de
los demás ayudan en cada paso del proceso de maduración.
Todos los elementos de nuestra vida, los encuentros, actividades
y experiencias que tenemos (tanto agradables como desagradables) ofrecen
oportunidades para desarrollar la madurez emocional. Si hemos integrado la
fortaleza interna en nuestro ser, nos ponemos a la altura de los retos,
trascendemos nuestras limitaciones y damos pasos hacia delante en el viaje de
nuestra vida. Si no tenemos fortaleza interior esos retos pueden debilitarnos o
forzarnos a reaccionar con acciones erróneas o desesperadas, con deshonestidad
e incluso con agresividad. La madurez emocional se revela a través de las
muchas victorias que conducen al sentimiento de libertad interior.
Referencia: Asociación Espiritual Mundial Brahma Kumaris.
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